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Policial clásico y policial negro
El relato policial clásico
Los orígenes del relato policial pueden
ubicarse en 1840, cuando el escritor estadounidense Edgar Allan Poe
(1809-1849) publica sus cuentos "Los
asesinatos de la calle Morgue", "La carta robada"
y " El misterio de Marie Roget",
que tienen como protagonista al detective Auguste Dupin. En estos
relatos, Poe establece, sin saberlo, las reglas básicas de lo que luego
se llamó "policial clásico o de
"enigma". Los elementos infaltables en estos cuentos son:
a) Un crimen, del que se desconoce quién,
cómo y por qué lo cometió, y que se presenta como un enigma irresoluble.
b) Un detective de inteligencia destacada, que investiga y resuelve
el caso a pedido de la policía. Con este personaje colabora un fiel compañero,
que escucha sus razonamientos y deducciones.
c) Una serie de pistas o indicios, aparentemente inconexos, que le sirven al detective para descubrir al
delincuente.
d) La resolución del misterio, la identificación del culpable y la explicación, por parte del investigador, de
cómo llegó a la verdad.
Casi cincuenta años después de Poe, el
escocés Arthur
Conan Doyle (1859-1930) crea la famosa dupla del detective Sherlock Holmes y su
ayudante, el doctor
Watson, que protagonizan Estudio
en rojo (1887), la
primera de una larga y exitosa serie de novelas aún vigentes entre los lectores del género.
Los detectives Dupin y Holmes reúnen
características que definen el estereotipo de investigador
del policial clásico, que reaparece a lo largo del siglo XX (por ejemplo, con Monsieur Poirot,
el personaje de la inglesa Agatha Christie). Estos
persona/es suelen ser excéntricos, cultos y
brillantes; se relacionan con la "alta sociedad"; y
toman la investigación como un reto a su inteligencia. Son intelectuales que aplican
métodos racionales,
principios científicos y técnicas modernas
basadas en variados conocimientos.
Después de acudir a la escena del crimen, observar los detalles, interrogar a los testigos y reunir evidencias,
estos detectives se retiran a su hogar a pensar y a relacionar las piezas de
información con que cuentan, o realizan diligencias
incomprensibles para sus ayudantes y para los lectores, pero que cobrarán
sentido cuando expliquen cómo resolvieron el caso. Ese aislamiento —y la omnipotencia
intelectual que manifiestan— siempre les dan cierta inmunidad: el
lector sabe que estos héroes nunca corren peligro.
El policial negro
A comienzos de la década de 1920, nace en los
Estados Unidos una corriente del género
conocida como "policial
negro" o "duro". Algunos de los escritores más renombrados
de esta vertiente son Dashiell Hammett y Raymond Chandler,
creadores de los personajes de Sam
Spade y Philip
Marlowe, respectivamente. Este tipo de detectives se diferencia de los del policial clásico en que vive
de su trabajo y se lanza a las calles: la
investigación lo lleva por ámbitos
sociales diversos; frecuenta los bajos fondos y enfrenta engaños que ponen en peligro su vida. Suelen ser ex
policías en decadencia, que conocen los códigos del mundo del delito; actúan
basándose en la lealtad y son incorruptibles.
El policial negro no se centra en el enigma
en sí, sino en la representación de
una sociedad corrupta y de una compleja trama de intereses, poder y dinero, que opera detrás del delito. Por eso, en estos relatos aumentan el suspenso y la incertidumbre:
los detectives no son infalibles y el
lector no sabe qué ocurrirá con su héroe en el siguiente capítulo, ya que, en ese mundo de violencia urbana,
mafia y complicidad de los poderosos, rige la ley del más fuerte.
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El surgimiento del policial negro se vincula a su contexto histórico
y social. En la década de 1930, los Estados Unidos se vieron inmersos en una gran
crisis económica y social, a partir de la caída de la bolsa
de Wall
Street en 1929. La economía se derrumbó y surgieron profundos conflictos sociales generados por la desocupación. La "ley seca",
que prohibía comercializar y consumir alcohol, alimentó un mercado paralelo
manejado por organizaciones criminales. Las mafias disputaban verdaderas
guerras por el dominio del negocio del
alcohol, el juego, las drogas y la prostitución, con la complicidad de parte del poder político y policial.
Las historias del policial negro hablan de una sociedad que perdió sus valores fundamentales y en la que la
ley fue reemplazada por los
negocios turbios. En ese contexto, los detectives ya no intentan restablecer el orden, sino simplemente
hacer su trabajo.
El policial negro tuvo su auge en la década de
1930. Algunos de sus títulos clásicos son Cosecha roja (1929),
de Dashiell Hammett; El
cartero llama dos veces (1934), de James M. Cain; ¿Acaso no
matan a los caballos? (1935), de Horace Mac Coy, y El sueño eterno
(1938), de Raymond Chandler.
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